E-11 Unas babuchas y varias despedidas

Tras despedirme de Bisho tengo que ponerme manos a la obra para preparar mi viaje a Alto Egipto, es cierto que el equipaje está preparado, pero tengo que avisar a Karim, le hago saber que tengo los billetes y la hora de salida y quedo en verme con él tras su desayuno, a eso de las 8 de la noche.

Es el momento de comprar una especie de babuchas, ya que voy a vestir con la galabeya en Alto Egipto, debo buscar un calzado adecuado, para eso no necesito a nadie, antes de venir ya me aprendí los números árabes y es muy fácil saber los precios que aparecen en los escaparates, pero tengo ganas de hablar con Shrefali, además de que su opinión puede serme de utilidad.


Otra vista desde la terraza


Salgo a la calle tras el desayuno musulmán, ya de noche, voy a la famosa esquina y ahí hago una llamada perdida a Shrefali. Escucho mi nombre en la calle, miro hacia arriba, enfrente, es Shrefali que me saluda desde la ventana del cibercafé. Me  pregunta si voy a subir, le digo que no, que quiero comprarme calzado, mientras le señalo mis pies, para suplir con imágenes las dificultades que tiene mi voz para hacerme entender, por ese ruido continuo del tráfico en Cairo.

Me indica que pronto baja y, cinco minutos después, se reúne conmigo, nos saludamos, afortunadamente sin besos, le comento lo que quiero y me pregunta que para qué lo necesito. Le contesto que para que me acompañe y tomarnos un té.

Durante estos días he visto muchos escaparates de calzado, la verdad es que casi tengo elegidas las babuchas que quiero comprarme, pero son un poco caras, casi 5 euros, pero ahora tengo que probármelas y sólo las compraré si me resultan cómodas.

Me atiende una chica que unos días antes me había vendido una cartera para el dinero egipcio; al ser los billetes más largos que los europeos, no tuve más remedio que comprar una billetera y la compré en esa tienda. No fue buena compra, porque no era de piel, pero me pareció absurdo gastar más dinero en algo con tan reducida utilidad, aunque reconozco que me quedé con las ganas de comprar una billetera preciosa y de calidad que encontré en la misma tienda, me pareció excesivo el precio, unos 12 euros y al inicio, casi, de mi viaje no quería cargarme de gastos y objetos.

La chica no se aclara mucho con lo que le pedimos, pero un chico, adolescente, que también trabaja en la tienda, acude en su auxilio, o en el nuestro. Le digo que, entre hombres nos vamos a entender mejor y él me mira asintiendo, con ese brillo particular que tienen los niños egipcios en la mirada cuando empatizas con ellos y los tratas como adultos.

Me pruebo las babuchas, me sacan otra talla y finalmente elijo las que más cómodas me resultan. No podemos hacer mucho porque la tienda tiene los precios puestos en el escaparate y no son para turistas sino para egipcios, pero le redondeamos el precio a la baja y aceptan. No fue un gran ahorro, pero nos da para el té que inmediatamente vamos a bebernos mi valedor Shrefali y yo.

Le hago saber que me marcharé para Alto Egipto a la mañana siguiente y que no sé si volveremos a vernos, pero en cualquier caso le deseo mucha suerte y él hace lo propio conmigo. Cuando nos despedimos me dice que quiere volver a verme, no le aseguro que lo vayamos a hacer, no sé si cuando vuelva a Cairo me alojaré en el mismo hostal o me iré a un hotel, me insiste en que, cuando vuelva a Cairo, en este viaje, o en otro viaje, no deje de llamarlo y encontrarme con él, que él comprará para mí y así me ahorraré dinero en los regalos. Pago la cuenta y nos vamos, él a su esquina, yo a mi hotel, a esperar a Karim, que debe estar al llegar. Cuando llego, el recepcionista ve las babuchas y, tras una breve conversación, me pide las sandalias viejas que llevo puestas, porque le parecen cómodas para estar en recepción. Inmediatamente me las quito, se las doy y me pongo las nuevas. Quizá era una broma, pero ante mi determinación se las prueba, le gustan y se las queda puestas. Le abono la cuenta y le doy la propina que, en realidad se merecen por la ayuda que me han ido prestando. No sé cuando volveré ni si volveré pero si lo hago, los llamaré antes para que me reserven la misma habitación. 
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Curiosa habitacion


Ya son más de las ocho cuando recibo el mensaje en mi móvil en el que Karim me anuncia su inminente llegada y me pide que lo espere en la terraza de mi hotel. Así lo hago y aguardo su llegada, mientras me despido de Cairo y de la peculiar vista de Talaat Harb que he tenido cada mañana mientras desayunaba.

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