E-05 Domingo Copto en Cairo

Pues llegado el domingo me toca levantarme, como sabéis en Egipto no es fin de semana, es un día normal, pero he conseguido dormir unas cuatro horas cuando recibo el mensaje de Bisho, el cristiano copto con el que quería hacer mi viaje y a quien, después de dos días, todavía no conozco. En el sms me dice que tiene complicaciones y que no podremos quedar para ir al Museo Egipcio. ¿Qué hago yo ahora? ¿sigo durmiendo?. Son algo más de las 10 de la mañana y ya no puedo dormir, así que decido asearme e ir a desayunar. Nuevo mensaje, para quedar a mediodía, no podremos ir al Museo porque es ramadán y lo cierran pronto pero al menos voy a conocer a Bisho.
Salgo a la calle y me cruzo con Shrefali, como era de esperar está en su esquina. Hoy no quiero internet, hoy quiero comprarme una galabeya, ya las he visto en algunas tiendas donde las compran ellos, pero tengo que encontrar mi talla. A estas alturas ya sabéis que, por decirlo en bonito, soy corpulento, tendré que comenzar a probarme ropa, algo que, como la mayoría de hombres, detesto.
Vamos por varias tiendas, a ver si Shrefali consigue su comisión y un buen precio para mí, pero lo que me sirve no me gusta, de lo que me gusta no hay talla. Para estar por casa si que encuentro, son más amplias por lo general, pero la quiero para vestir por la calle, no en Cairo, que se utiliza muy poco, generalmente los viernes por ser día de oración, pero sí en Alto Egipto, que es mi próximo destino.
Como ya se está haciendo la hora de ir al encuentro de Bisho le agradezco a Shrefali su ayuda y le indico que por la tarde seguiremos. Nuevos mensajes y quedamos en la Plaza Tahir, en la puerta del KFC, que no tiene pérdida, así que me planto allí a la una, a esperar.
En estas estoy cuando aparece una pareja, un chico y una chica. El me mira fijamente mientras se me acerca, supongo que es Bisho y viene con alguna compañera.
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Besho, un egipcio faraónico.
Un chico de veintitantos años, más enjuto que Don Quijote, con toda la pinta de no ser musulmán, sus rasgos son egipcios, pero tez blanca, cabello ensortijado y hacia atrás, de complexión más que delgado, no llegará al metro setenta de altura. La chica como cualquier española morena, pero la delata una nariz muy peculiar. Que es cristiana, además de por la cadena con crucifijo, se aprecia porque no lleva el cabello cubierto y su pelo negro va recogido en una larga trenza.
En perfecto inglés Bisho me saluda, se presenta, me da dos besos, a estas alturas ya no tengo problema, es lo normal, que besen lo que quieran. A la chica le ofrezco la mano, pero también me da dos besos (menos mal, por fin puedo besar a una mujer, aunque tenga que esquivar aquella nariz).
Bisho comienza a disculparse por todo, por no poder hacer el viaje conmigo, por no haber podido ir a recogerme al aeropuerto, por no haber quedado el primer día, por no haber podido ir esa misma mañana al Museo Egipcio conmigo. Antes de que pasemos todo lo que queda de mañana con las disculpas le digo la que luego sería famosa frase "Friends don't apologyse"  (los amigos no tienen que disculparse) y le agradezco que haya quedado conmigo tan pronto le ha sido posible.
Estamos en la puerta del KFC y el sol nos está pegando de lleno, les pido que vayamos a algún lugar donde protegernos del sol y como comienzan la típica discusión sobre a dónde ir, les pido que entremos en el KFC donde nos pedimos unos refrescos y unas patatas con salsas raras y algunas cosillas más. Esto, al parecer será suficiente para ellos, con lo delgados que están, sobre todo Bisho, no me extraña, pero tampoco me preocupa mucho, siempre puedo desayunar con los musulmanes a las cinco y media de la tarde.
La chica se llama Molly y según me aseguran no son novios, son muy amigos, simplemente, y ambos han estudiado Guía Turístico en la Universidad de Cairo. Lo de que no son novios no me lo creo, vamos, ni yo ni nadie, no sé qué entienden ellos por ser novios, pero por lo que yo veo solo les falta... divorciarse. Siempre van juntos, siempre están pendientes del otro, vaya, que no corre el aire.
Molly no habla francés, pero Bisho si, así que de vez en cuando hablamos en francés sin que ella se entere, comenzamos así un juego que intensificamos al apreciar el enfado de ella, en el que le digo a Bisho que no me creo que no sean novios y entre risas y sus contestaciones en francés me queda claro que mi impresión es la acertada.

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Relieve de San Jorge a la entrada de su convento
Hablamos de todo un poco, de mi viaje, de sus vidas, de su religión: son miembros de la Iglesia Ortodoxa Copta, por lo que me invitan a ir a misa ya que es domingo. Yo les agradezco la invitación y ya que no podemos hacer mucho más por estar casi todo cerrado por ramadán, nos vamos al barrio copto. Por supuesto no me dejan pagar en el KFC, que aunque cristianos, también son egipcios, seguramente son los más egipcios.
Lo que si hacemos es tomar el metro, una libra por trayecto, que tampoco me dejan pagar, claro está, vemos unas cuantas iglesias y me explican un poco todo aquello pero lo cierto es que las iglesias ya las tenía vistas y sigo sin poder entrar en el Convento de San Jorge, más allá de una pequeña capilla. Me llama la atención, igual que la primera vez que estuve, que se vea tan descuidado y tan pobre, siendo los cristianos bastante influyentes en Egipto. Me dicen que tengo que ir a una iglesia de las normales, las que se encuentran por donde ellos viven, en Heliópolis, pero lo dejamos para otra ocasión, con lo que sí disfruto es con los rollos relicarios, una especie de cojín cilíndrico en cuyo interior hay reliquias de santos y en las que ponen la cabeza para orar. Unas chicas están cantando unas letanías y aunque no me entero de nada y no es plan en la iglesia de que me lo vayan traduciendo, son oraciones que se hacen y que tienen cierta musicalidad, resulta muy simpático y llama la atención que mujeres y hombres estén juntos en un lugar de culto, por lo menos a mi me lo parece por contraste con el mundo musulmán.
Cuando terminamos me acompañan pero en el metro no estoy dispuesto a que paguen ellos, me voy a la ventanilla para sacar los tres billetes con mis tres libras en la mano, pero se me cuela todo el mundo, allí no hay cola ni nada de nada, como veo que en una ventanilla hay solamente mujeres musulmanas, intento irme hacia otra en la que hay hombres, no quiero tener ningún problema, pero finalmente Bisho se cuela y saca las entradas, eso sí, con las tres libras que yo le doy. Por fin pago algo en Egipto.
Del metro qué os voy a decir, a mi me pareció muy correcto, límpio y para nada peligroso, más prevención he llevado en Londres, París, Barcelona o Madrid, eso sí, la utilidad es muy relativa porque las líneas son longitudinales, en fin, que para ir de Tahir a Mary Girgis o a Sadat Station está muy bien, pero como tengas luego que seguir camino mejor tomas un taxi.

Poco más, una vez de vuelta ya es la hora del desayuno de los musulmanes, así que nos metemos a una cafetería, yo tomo mi té, como siempre, y no recuerdo lo que tomó Bisho, pero esta vez le advertí que pagaría yo, como estabamos en Talaat Harb Moll pude entenderme en ingles y pagué las dos bebidas que nos sirvieron.
Quedé con Bisho para la mañana siguiente en el Museo Egipcio y antes de que se fuera me acompañó al hotel.
Al entrar al hotel él preguntó algo en recepción, por lo visto no en todos los hoteles dejan entrar a los egipcios a las habitaciones de los turistas, pero él no tuvo problemas, afortunadamente me ahorré tener una conversación que resulta complicada, que sin embargo sí tendría en Luxor cuando no nos dejaban ocupar una habitación doble, pero eso ya lo contaré.
Una vez en el hotel, como los musulmanes no beben y yo bebo muy poco, le regalé a Bisho todas las botellitas de cava y vino español que me habían regalado en el avión y, como él es cristiano le gustaron mucho. Para Molly, a quien yo no sabía si volvería a ver, le entregué un abanico y por supuesto le di un buen montón de bolígrafos, globos, pelotas inflables y abalorios varios que había estado guardando en casa desde hacía meses, para que los distribuyera entre niños, parientes o como él gustase.

Poco más duró aquel domingo, en el que, pesea a la buena relación y la cordialidad qeu me mostraron, no conseguí superar cierta decepcion, que arrastraba desde España, cuando Bisho me anunció que mis planes de viajar con él por Alto Egipto no serían posibles.  Lo pasé muy bien, cómo no agradecerles lo que hicieron y lo que iban a hacer por mí, pero no engañaría a nadie si dijera que no hice comparaciones entre estos cristianos y los musulmanes, y tengo que reconocer que ya estaba deseando que apareciera Karim para ir a ese lugar especial al que quería llevarme.

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