E-06 La Galabeya

Deben ser las cinco de la tarde cuando Bisho se marcha y yo aprovecho para ducharme, la verdad es que tengo hambre, pero no tengo mucho tiempo y quiero concluir la compra de la galabeya, así que me voy a la famosa esquina y no aparece Shrefali, supongo que está tomando algo por allí cerca, ya ha debido desayunar y le hago una llamada perdida, espero un poco y aparece. Qué tal amigo y todo eso que se dice en estos casos. Le comento que ya estoy decidido y que si ha podido desayunar (estoy deseando que me diga que no, para ir con él y tomar yo también algo, porque estoy con unas patatitas y unas tonterías que tomé en el KFC y un té que tomé con Bisho a las cuatro y pico de la tarde, pero para mi desgracia me dice que ya ha desayunado).
Le indico la tienda en la que hemos visto unas galabeyas bastante grandes y que me he decidido a comprarla porque la tendré que arreglar y quiero que esté lista para el martes que me iré a Luxor o Aswan. Juntos nos encaminamos a la tienda y allí tengo los grandes problemas de siempre con la ropa. Una me está demasiado grande, otra me está bastante ajustada. El otro problema es el precio, son 12 euros, la calidad es buena pero sé que en los lugares turísticos las hay a 3 o 4 euros. Es cierto que el algodón no es de esa calidad, también es cierto que no llevan bolsillo, ni guardabotonadura, ni cuello de tirilla, vaya, en definitiva, estas no son para turistas, son las que compran los egipcios de ciudad. Los de pueblo, como luego supe, se las hacen a medida sus esposas y, en algunos casos, los sastres.  Lo que más me fastidia es que la que a mí me gusta, de una tela preciosa y con detalles de madera en las abotonaduras, es dos tallas más pequeña de lo que yo necesito, es una galabeya que no se ve todos los días y estoy encaprichado desde que la vi, claro, en el escaparate, porque es normal que estuviera en el escaparate.
En un ejercicio de modestia, reconozco que tengo que comprar la más amplia y así lo hago, pero me está muy larga, ahora tendremos que ir a que me la cosan.
Por la mañana he visto hombres que estaban cosiendo a la puerta de sus negocios, ya se que estas tareas no las hacen mujeres, como es lo habitual en España, pero ahora es tarde y, aunque todas las tiendas están abiertas, no encuentro a nadie a las puertas. Es el momento de que Shrefali se gane su comisión, así que le digo que me lleve a un lugar donde puedan coserme la galabeya, pero que salga barato.

Este chaval es especialista en suciedad, ya me llevó al local de Internet y al famoso aseo en el que no había manera de no mancharse, ahora ¿a dónde me llevará?. Partimos por una perpendicular a Talaat Harb y nos metemos en un edificio, todo está en silencio, ya hay poca luz porque ha anochecido, tengo que llevar cuidado con dónde piso, voy con unas sandalias y corro el riesgo de terminar con los pies convertidos en una cueva de champiñones, o algo peor. Como puedo asciendo cuatro o cinco pisos y llegamos al taller de un sastre. Comienza la negociación, Shrefali lleva la voz cantante, nos piden 20 libras, le digo que más de 10 libras ni de coña, que por 3 euros me lo hacen en España, así que hay que bajar el precio. Con alguna dificultad porque bajar de 15 libras estaba muy fastidiado, conseguimos que nos lo dejase en 12 libras, me sigue pareciendo mucho dinero, sobre todo ahora que sé lo que valen los transportes y demás. Le digo a Shrefali que a la mañana siguiente podremos encontrar en la calle quien nos lo haga más barato y por lo visto esa frase tiene su efecto: 10 libras y nos lo hace en el acto. Ahora no me podía negar, en la negociación yo había dicho que más de 10 libras no pagaría, así que el sastre-costurero comienza su labor. Me dice que la prenda es de buena calidad y otras zarandajas, yo sé que no es mala y el precio ya está cerrado, así que termino creyéndolo, no tiene necesidad de regalarme el oído y ya sabéis que business is business but life is life. Cuando termina con el bajo me la pruebo y me parece que las mangas quedan algo largas, pues nada, sin incremento de precio también me arregla las mangas. Llamo a Shrefali y le digo que yo no voy a pagar, que le daré el dinero a él y que sea él quien pague, pero como nos han tratado bien y nos lo han hecho en el momento, le doy 12 libras, las 10 de lo convenido y 2 de propina.
Shrefali paga la cuenta y salimos a la calle. Nada más llegar a la acera me da un billete de 5 libras, le pregunto que eso qué es, me dice que es su comisión, que se la ha dado el sastre y que como no ha podido sacarlo más barato me la da para que no me salga tan cara la compostura.
Yo tengo un hambre terrible, pero le digo a Shrefali que la comisión se la tiene que quedar él, que se la ha ganado, pero que acepto un té si quiere invitarme (no le digo nada de comida porque con 5 libras no habría para nada). Le pongo una condición, no quiero un té en un bar como el del día anterior, (supongo que nos cobrarían las 5 libras por dos tés) quiero tomar el té en la calle, de uno de aquellos señores que llevan el té en una gran garrafa de cristal con apliques metálicos y que cuesta 50 piastras. Nos vamos a tomar el té, nos lo sirven en la calle, yo llevaba desde mayo de 2005 con las ganas de tomarme un té así. Curiosamente los vasos son de cristal y parecen limpios. Shrefali paga orgulloso una libra por los dos tés, queda muy claro delante de todo el mundo que él es quien me invita y yo le quedo muy agradecido por su invitación y le ofrezco un cigarro negro español, lo acepta, seguramente no puede comprar ni tabaco egipcio, pero esta vez  se lo caliento antes de encenderlo, dicen que así se suaviza un poco.
Por cierto, el té está fuerte pero muy rico, así es como me gusta, Nos despedimos porque Karim está al llegar, me ha mandado un mensaje diciéndome su hora prevista de llegada y estoy muerto de hambre.
Vistiendo la galabeya
De Shrefali poco más queda que decir, sigo sin saber si me engañó mucho, poco o nada, si de verdad es tan pobre como me pareció, pero los gestos que ha tenido conmigo tengo que agradecerselos y pensar que han sido sinceros, nunca me pidió dinero y siempre estuvo dispuesto a ayudarme. Shokran Shrefali.


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