E-07 La niña de la Mukattam


La Mukatan es el lugar "especial" al que me lleva Karim la noche del día 1 de octubre. Sobre las ocho llega a mi hotel, yo he subido para cambiarme de calzado ya que las sandalias no me parecen seguras para esta noche después de haber sorteado las inmundicias camino del sastre. Karim aparece con su sonrisa y le digo que ya he estado con mis amigos cristianos pero que no podrán acompañarme en el viaje a Alto Egipto, que no he podido ir al Museo Egipcio y que iré a la mañana siguiente, que me gustaría acostarme a una hora razonable y un montón de cosas más que, o no me entiende o le dan igual, el ya sabe lo que vamos a hacer. Vamos a ir a la Mukatan, un lugar estupendo para ver Cairo por la noche.
Cairo desde la Mokattam al anochecer

De camino a Tahrir Square le cuento lo de la galabeya y lo que he hecho durante el día. El, por su parte ha estado en casa sin hacer nada, yo no he podido dormir más que 4 horas, el ha dormido cuanto le ha parecido bien. Yo he comido lo que ya os conté, casi nada, él ha desayunado a las 5 y media de la tarde en casa y viene descansado, bien comido y con fuerzas.

Karim, que tengo hambre. No te preocupes, me dice, ahora comemos algo. Bajamos hasta Tahrir Square y no puedo dejar de contemplar los escaparates repletos de dulces, esos dulces árabes que van bien provistos de estupendas almendras y miel. También puedo ver las heladerías, los niños van comiendo helados que en ese momento me parecen gigantes, todos los que veo llevan por lo menos cuatro bolas. Los zumos de mango y de caña de azúcar, los bocadillos de los restaurantes de ramadán, pero seguimos andando. Una vez en la plaza, lo mismo que hicimos ayer, dos gritos y ya estamos montados en un microbús, no sé adónde vamos pero la ruta es distinta, otro microbús y por fin llegamos a lo que supongo será nuestro destino, pero no, hay que andar un poco más y tomar un tercer microbús. Ahora veo un Cairo todavía más pobre que el día anterior, polvoriento, maloliente, sin asfalto, con calles en las que los animales de tiro compiten con los automóviles por un pequeño espacio que hay que compartir con viandantes. Esto no es el centro de Cairo, aquí no hay tanta gente en las calles, es más, se aprecian cruces cristianas donde debería haber mezquitas. Al venir he reconocido la Ciudadela, pero después la carretera ha ido serpenteando y ahora no tengo ni idea de por dónde estoy, sé que debo estar al este de Cairo, no hemos cruzado el Nilo y, desde luego no he visto las pirámides, que están al oeste.

Las calles están vacías, no hay el gentío habitual, la iluminación pública es escasa. Llegamos a nuestro destino, nos apeamos del microbús y el hambre que tengo ya es irresistible. Necesito tomar algo.

No hay problema, me dice Karim, ya estamos llegando, así que, qué te apetece? me dice mientras señala en una especie de kiosko las bolsas de aperitivos. ¿Qué me apetece? Sí, quieres las patatas fritas con sabor a cebolla, especiadas, naturales?. Quiero cenar, le digo. Esto es cenar, esto es muy bueno.

Lo mato, estoy muerto de hambre, hemos pasado por lugares llenos de comida y me tengo que conformar con una bolsa de patatas fritas. Este tío va a acabar conmigo. Eso sí, las patatas las paga él, no puede consentir que sea yo quien pague.

El olor es el propio de la carnicería de un mercado árabe, ya lo sabéis quienes lo habéis frecuentado, la comida es una bolsa de patatas fritas, pero el lugar, ¿cómo será el lugar?.
Aspecto de los accesos a la Mokattam durante el día
En la Mokattam viven los que trabajan la basura, la recogen de todo Cairo y aqui la separan, reutilizan, reciclan, reducen. Olor insoportable, todo es una gigantesta, enorme, abigarrada montaña de basura.

Nos encaminamos por una cuesta hacia arriba, hay poca iluminación y puedo ver coches aparcados en los que imagino hay algunas parejas "pelando la pava" que es como se dice en la huerta de Murcia.

Tío, este sitio al que me traes ¿qué es? Por supuesto no hay una respuesta convincente, me dice que es un sitio que está muy bien. Decido preguntarle de otra manera, ¿Esto es un sitio a donde van las parejas por la noche? Sí, claro, me dice (la madre que lo parió, pienso yo, pero qué hacemos aquí?) vienen parejas y vienen las familias, con los niños. Aquí hay muchos cristianos, me dice. Uffffffffffff, respiro.

Por fin puedo distinguir lo que parece una terraza, está a pleno aire, a la intemperie, y al fondo se puede ver todo El Cairo, con los millones de luces que por la noche brillan normalmente, y algunas más que brillan por Ramadán, como esas guirnaldas verdes que lucen en los minaretes de las mezquitas.

Estamos en una pequeña planicie y, ante nosotros, se encuentra un precipicio de varios cientos de metros. Tomamos una mesa, nos sentamos en las sillas dispuestas alrededor, familias, parejas, se encuentran tomando helados y zumos. El lugar está muy concurrido, todo Cairo se encuentra a nuestros pies, con tan solo salvar cientos de metros de acantilado y miles de toneladas de basura. Por toda protección para no caer... nuestro instinto.

Viene el camarero, hay que pedir algo de beber, de comer no sirven nada. Otro té no, por favor, solo he tomado té en todo el día. ¿Es posible pedir un zumo de mango? Síííííííí. Menos mal, el zumo de mango está lleno de pulpa, está riquísimo y es como si te comieras la fruta, así que me lo tomo con las patatas fritas y mi estómago lo agradece. No he cogido diarrea pero, ¡¡¡¡¡¡¡¡cómo la voy a coger, si solo bebo té y no como!!!!!!!!

El zumo es tremendamente generoso y yo voy recuperándome un poco, las patatas están riquísimas, o a mí me lo parece, Karim me ve con tanta hambre que me ofrece las suyas.

Una niña se nos acerca, Karim la conoce, me cuenta que hace unos días estuvo aquí y que la niña se acerca a tomarse lo que la gente se deja en los botes de refresco o en los vasos, me quedo de piedra y ya no sé qué hacer con lo que me queda de zumo. Pero Karim me dice que no, que la niña una vez que se ha tomado lo que sea comienza a burlarse de la gente, así que hoy no le dará nada.

La niña es preciosa, sucia y con cara de mala, o sea, preciosa. Delgada y con ojos que brillan como enfebrecidos, negros, grandes.

Juega con nosotros, nos hace reir, Karim le dice, según me cuenta, que no la deja tomarse lo que le queda en su bote de refresco porque primero tiene que pedirle perdón por lo que le dijo el otro día. Ella pone cara de niña buena, le dice algo y Karim le da lo que queda en una de las bolsas de patatas y el resto de su refresco. Cuando la niña se lo ha tomado tira el bote al precipicio, allí se reúne con las toneladas de basura que deben estar esperando a que la montaña caiga y las oculte para siempre. Antes de irse, para no defraudar, comienza a decirle a Karim alguna grosería, jajajaja, por lo visto lo hace siempre. Karim se ríe y yo también. Un camarero llega, coge a la niña por los brazos y hace ademán de tirarla por el precipicio, la eleva en el aire, la niña se agarra con sus piernas a las del camarero que, riendo, la deja en el suelo. Al parecer la niña es habitual del lugar, a falta de espectáculo de derewiches está ella.

Como ya no hay mucho más que hacer en nuestra mesa y nos están sirviendo las shishas, la niña se marcha a incordiar un poco en la mesa de al lado, la seguimos con la mirada hasta que comenzamos a fumar.

A nuestros pies El Cairo, yo creo que estoy en el Este y medio adivino el curso del Nilo, así era, pero la Ciudadela quedaba a nuestro sur, estábamos entre el este y el nordeste de Cairo y la ciudad aparecía gigantesca ante nuestros ojos.

Pese a la iluminación podemos contemplar las estrellas, hay tres estrellas que forman una hilera y que yo reconozco, por contra no encuentro a Casiopea.

Karim no sabe cómo se llaman, pero siempre ve esas tres estrellas. Yo no sé como se llaman pero sé que en España en ocasiones las veo deben ser los Reyes Magos, cuando las vea siempre me recordarán a Egipto.

Deben ser más de las doce de la noche, sé que hay unas iglesias cristianas muy cerca, pero no puedo verlas, que están como excavadas en las paredes de la Mukatan, pero habría que ir de día a verlas. Bueno, otra vez será, tenemos que emprender el regreso. Pagar la cuenta es imposible, otra vez me invita Karim, esto ya es excesivo, pero no hay manera de convencerlo, dice que no es nada.
Una de las gigantescas iglesias coptas excavadas la Mukattam

Llegamos de nuevo a centro del Cairo, la verdad es que lo he pasado muy bien, hemos estado hablando de mil cosas y la niña suspendida en el aire, con su cara de mala, sobre aquella barranquera de basura ha sido inenarrable. Pero tengo hambre.

Mi única esperanza a estas alturas es llegar a las 3 de la mañana, sé que Karim tendrá que comer porque poco más tarde comenzará su ayuno. Hoy no hay amigos, hoy no hay bocadillos. Ganas me dan de ponerme a pedir comida a las familias que están por allí, pero aguanto como puedo con el zumo de mango.

Nuevamente tenemos que tomar microbuses para ir al centro, pero esta vez, mis plegarias son oídas, así que llegado un momento tomamos un taxi en lugar de un nuevo microbus. Karim me advierte que no abra la boca en todo el camino, o querrán cobrarnos más por el taxi, así lo hago, viajo en silencio, con la cabeza apoyada contra el cristal, y la mano en mi cabeza, es como si estuviera enfermo, aunque en realidad lo que estoy es hambriento.

Para el taxi, nos bajamos y MILAGRO, un Pizza Hut, luego sabría que era el lugar favorito de Karim para cenar. Una pizza chicken supreme y pepsi para él, lo mismo con agua para mí.

Le explico a Karim que tengo, que quiero ir hacia Alto Egipto el próximo martes y que no tengo con quien ir y le pregunto si él vendría conmigo. Yo estaría encantado de que viniera conmigo, pero como no me contesta le digo que no voy a insistirle, entiendo que es Ramadán y tendrá que estar con su familia.

Me contesta que no, que su madre está en Alejandría y que sus hermanas y él están con sus tíos mientras su madre está fuera, pero que no puede venir conmigo.

Bueno, pensé para mí, ya veré lo que hago, total cuando salí de casa lo hice solo y ya me buscaré la vida, pero estamos forjando una amistad que no quiero que se rompa y egoístamente me vendría muy bien ir con un tipo tan listo como Karim.

Es la hora, ya amanece, Karim no puede comer ni beber, tomamos un taxi para el hotel, por supuesto es Karim quien paga en el pizza hut, con lo que ya comienza a ser bastante molesto, nunca me ha dejado pagar y es un chaval con 19 años, estudiante.

Antes de subir al hotel me pregunta que para qué quiero ir a Alto Egipto, le cuento un poco mi idea del viaje, ver templos, ir por el Nilo en motonave, llegar a Abu Simbel y volver a Cairo para completar mis visitas a las pirámides.

Me dice que para qué quiero ir a ver piedras, que los templos son muy viejos, que si estoy de vacaciones es para disfrutar, tendría que irme a las playas de Alejandría o mejor a Sharm el Seikh.

Le contesto que Egipto es la cuna de la civilización mediterránea, que 12 millones de personas de todo el mundo vamos cada año a Egipto para ver esas piedras y esos templos viejos, que aunque tengamos culturas distintas, también él debería conocer las cosas que hay en su país que lo hacen inigualable a cualquier otro país del mundo.

Me pregunta entonces qué es lo mejor que hay en Egipto. La respuesta era sencilla, lo mejor de Egipto es la gente.

Con un ramadan fanous, farolillos típicos que este mes de costumbres nocturnas, iluminan el mundo musulman
Nos despedimos hasta el día siguiente, (ya lo de los besos y abrazos, lo de ir del brazo por la calle ni os lo comento, pero como podréis imaginar, si somos amigos y estamos en El Cairo... tanto tiempo después, ahora lo echo de menos) con la promesa que le arranco de pensarse lo de venir conmigo en mi viaje subo a mi hotel a intentar dormir un poco. Deben ser las cinco y media de la mañana, a las 11 tengo que ir al Museo Egipcio, pero ¿quién puede dormir después de haber tomado tanto té?  Esta noche no hay más remedio así que echo mano de un diazepán y pasado un buen rato consigo dormir, cuatro horitas y media, todo un lujo.

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